La última agresión ocurrió el pasado martes, sobre las 22:00 horas, en la piscina municipal del distrito de San Fermín (Usera). La víctima, un joven de 27 años, vigilante del circuito. Cuando terminó su turno, le aguardaban en los aledaños un conjunto 4 personas. Anteriormente, les había llamado la atención por su comportamiento incívico en la piscina, solicitándoles además de esto que abandonasen las instalaciones. Aunque los hechos están aún bajo investigación, existen fundadas sospechas de que, y también modo de venganza, le dieron una tunda fuera de las instalaciones, que le provocó múltiples hematomas, un derrame ocular y que forzó a su hospitalización.
No hay verano en el que no haya que lamentar agresiones a un vigilante de seguridad en las piscinas municipales de la capital. Agresiones tanto físicas como verbales. Y este año, a pesar de que las piscinas han abierto después que jamás debido a la crisis del coronavirus, semeja que no va a ser una salvedad. «Prácticamente, registramos 5 amenazas o bien insultos cada noche», explica a LA RAZÓN Rubén Gallego, organizador madrileño de Marea Negra por la Seguridad Privada.
El modus operandi es, con ligeras alteraciones, siempre y en toda circunstancia exactamente el mismo. Los «asaltos» se generan mayoritariamente en los distritos del sur de la capital y a lo largo de los turnos de noche, aprovechando los huecos en las vallas de unas instalaciones gastadas por el correr del tiempo. Si solo es una persona, el vigilante puede hacerles el frente. El inconveniente, por desgracia frecuente, es que acostumbra a tratarse de conjuntos de hasta 7. Pueden ser desde adolescentes de 15 años hasta jóvenes de 35. Más de una vez, armados con piedras o bien aun navajas o bien otras armas blancas. En ocasiones, como ocurrió en el caso de San Fermín, se trata de una «vendetta» contra un vigilante que les ha llamado la atención. No obstante, en otras tantas estamos ante vandalismo puro y duro, criminales que, sin otras coartadas, pretenden probar quién es el más «machito» del conjunto. Ante esta situación, el vigilante no tiene otra alternativa que resguardarse en su garita, si cuenta con ella, y llamar a la Policía. «En el 90 por ciento de las ocasiones, estos ataques terminan con la presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado», apunta Gallego.
¿La conclusión? «Estamos plenamente vendidos. Nos jugamos el cuello por un complemento de 19,90 euros al mes», asevera el portavoz de Marea Negra. Debido al estado «nefasto» en el que se halla el campo, la asociación ha pedido a las autoridades municipales una serie de medidas que asistirían a mitigar esta indefensión. La primera, fortalecer los turnos por la noche, de manera que haya 2 vigilantes en vez de uno. Y la segunda, dotar al personal de «medios de autoprotección» de los que carecen a día de hoy: chalecos antitrauma, capaces de aguantar los impactos tanto de armas blancas como de fuego, y camisetas anticorte, asimismo conocidas como «antipunzón», resistentes a los pinchazos que puedan generarse en la zona del abdomen. Hay que rememorar que, conforme el reglamento, este personal solo puede portar una defensa semirígida («porra») de 50 centímetros y unos grilletes. «Estamos limitadísimos. Y si nos vemos obligados a emplear la fuerza, se nos estigmatiza», apunta Gallego, que recuerda que, conforme la Ley de Seguridad Privada, tienen potestad para denunciar delitos e inclusive para detener.
Cuestión aparte es el estado de las instalaciones. Marea Negra realiza en la actualidad un dossier en el que examinan las medidas de seguridad de todas y cada una de las piscinas municipales. Una de las que han inspeccionado es la del centro de Aluche. Tanto las verjas que dan a la calle como los alambres de espino se hallan muy desgastados, dando sitio a 4 huecos por los que no es bastante difícil «colarse». «Reforzar la estructura perimetral de los centros y la seguridad de las instalaciones no supone una inversión costosa. El inconveniente es que no interesa hacer un desembolso en unas instalaciones que se emplean tan poquitos meses al año», lamenta Gallego. Con todo, los vigilantes aclaran que sus reivindicaciones no son cara las compañías de seguridad, «que figuran en las licitaciones, que trabajan conforme el acuerdo y que respetan a los trabajadores». Al final, estas compañías «son solo intermediarias entre los vigilantes y las juntas de distrito», que serían las encargadas de velar por su seguridad. En verdad, Marea Negra ya se ha reunido con los Conjuntos Municipales del Partido Socialista Obrero Español y Más la capital de España, y espera todavía contestación por la parte del Municipio, en concreto de su regidor, José Luis Martínez-Almeida, y de la vicealcaldesa, Begoña Villacís.
En general, la sensación que tienen los vigilantes de seguridad es que no cuentan con la valoración, ni política ni ciudadana, que sí tienen otros colectivos. «Este campo ha sido uno de los que ha combatido el Covid-19 mano a mano al lado de la UME, Policía, sanitarios… Las únicas felicidades francas fueron las que nos dio el DAO de la Policía Nacional, José Angel González; el jefe del Estado Mayor de la Guarda Civil, el general José Manuel Santiago, y asimismo Isabel Díaz Ayuso, que aseveró que éramos participantes de la reconstrucción. Fuimos considerados desde el comienzo como una actividad esencial, algo que agradecemos. No hemos parado de trabajar en ningún momento», concluye.